Las salinas de Ibiza ya eran famosas en tiempos de dominación fenicia y crónicas posteriores recogieron reseñas en las que se destacaba la importancia y calidad de su producción. El comercio del oro blanco implicó la creación de una infrastructura que permitiera la extracción y transporte del material por vía marítima. Para ello, en épocas diferentes, se construyeron tres muelles para el amarre de naves de carga. Dos son ya vestigios del pasado, ubicado uno en la zona conocida como La Xanga (al final de playa d’en Bossa, en la zona de la Sal Rossa) y otro en la zona de la punta de Es Cavallet, conocido como muelle de levante. El tercero es el que actualmente desempeña las funciones de transporte y carga de la sal en los buques que amarran en sus instalaciones. El dique se extiende un centenar de metros hacia el sur y se levanta sobre varias bases de hormigón a varios metros sobre el mar. Su superficie alberga las cintas transportadoras que portan la mercancía desde el muelle hasta las bodegas de los navíos que periódicamente arriban desde el norte de Europa, donde la sal ibicenca es extraordinariamente valorada. La estructura se levantó en el S. XIX en la misma ubicación donde antaño se situó el muelle original, conocido como es carregador de sal (al cargado de sal) y representó, junto a la incorporación de la mecanización a vapor, el salto a la modernidad de una explotación que hasta la fecha había sido netamente manual.
El lugar desprende un aire mágico, especialmente durante los atardeceres, y es el elemento más prominente de todo el conjunto que forma el poblado de Sa Canal, junto a las coquetas viviendas salineras, los almacenes y el gran edificio administrativo que señala el final de la carretera de acceso.