Como cargador de sal se conoce al espacio habilitado para el acopio, traslado y carga de la sal, en el caso de Ibiza, en embarcaciones. El cargador de sal representa el eslabón final de una larga cadena productiva que se remonta a siglos atrás. En efecto, la dilatada trayectoria salinera de Ibiza está sobradamente documentada, ya en 1300, un geógrafo árabe (Al-Himyari) escribió que en Ibiza “hay una salina en la que la sal no se acaba nunca” . Pero fue con la reconquista cristiana de 1235 donde las salinas vivieron una intensificación de la actividad extractora. En esta dinámica comercial, los cargadores de sal eran una infraestructura clave para el transporte.
Las salinas contaron a lo largo de su historia con 3 muelles desde los que se ejecutó dicha tarea, dos ya en desuso (en La Xanga y en Es Cavallet) y otro en la ubicación donde en la actualidad se encuentra el mecanizado muelle de carga. Situado en el corazón de la zona conocida como Sa Canal, el poblado salinero que alberga también diversas instalaciones industriales, el antiguo cargador era la plataforma desde la que se cargaban las gabarras, de entre 25 y 125 toneladas,, que transportarían la sal hasta los barcos que fondeaban en una boya, a unos cien metros del muelle. En la era industrial, unas vagonetas movidas por una pequeña máquina a vapor, facilitaban al transporte hasta la zona, pero el trabajo de los jornaleros y operarios seguía siendo fundamental para la ejecución del trabajo. Depositada en el muelle, la sal era lavada y triturada antes de su embarque. Con la eclosión turística, la operativa era objeto de atención por parte de visitantes y escolares, que podían contemplar la frenética actividad desde cerca, algo hoy impensable por las lógicas normas de seguridad.