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La costa oeste y sur de Ibiza por mar

Más de 80 kilómetros y 32 playas. Estas dos cifras condensan el enorme potencial que tiene Sant Josep de sa Talaia para los amantes de la navegación. Un municipio que alberga paisajes icónicos instagrameados por todo el planeta y que han pasado a formar parte del imaginario colectivo. Un recorrido por esta zona litoral de la isla nos desvela la magnética belleza de una costa rebosante de rincones por descubrir para llenar nuestros ojos y nuestro espíritu de auténtica esencia mediterránea.

Es Vedrà y es Vedranells

Imaginemos que partimos del extremo sur del municipio, y también de la isla. Allá donde finaliza la  popular playa d’en Bossa y su extenso arenal, punto neurálgico del ocio en esta parte de la isla, nos encontramos con un promontorio donde se erige la torre vigía de Sa Sal Rossa, también conocida como torre des Carregador porque la zona en un tiempo fue lugar de carga de la sal procedente de los cercanos estanques salineros. Si desde el mar nos aproximamos, divisamos a los pies de la torre del S. XVIII unas casetas varadero y un brazo irregular de piedras alineadas que se adentra en el mar. Será nuestro primer baño de Historia. Estamos en la Xanga, ante lo que fue en un tiempo el primer puerto salinero de Ibiza, donde fenicios, árabes y cristianos llevaron una intensa actividad comercial. Restos de una plaza empedrada y de unos aljibes indican la existencia de una plaza salinera que, erigida en el S. XVI, daba salida al oro blanco de la isla. Antes, en época fenicio-púnica la zona era usada para la descarga y el ronqueo de los atunes pescados en almadrabas próximas.

Torre de ses Portes

Seguimos ruta por la costa, bordeando montañas cubiertas de pinos, acantilados rojizos, cuevas y entrantes hasta divisar un extenso brazo de blanca arena cuyo final señala la silueta de otra torre, la de Ses Portes. Estamos llegando al extremo sur de la isla y enfrentamos la playa des Cavallet. Estamos ya en pleno Parc Natural de ses Salines. Para llegar al otro lado, la playa de Ses Salines, pasamos por uno de los extremos de lo que se conoce como el Canal des Freus, unos bajíos de fondos arenosos donde la profundidad varía caprichosamente según las corrientes dominantes. La transparencia de las aguas es hipnótica y la blancura de los estriados fondos de arena se alterna con la frondosidad de la verde posidonia oceánica, la delicada planta marina que, a modo de bosque, oxigena el mar ibicenco.

Parc Natural de ses Salines

La playa de Ses Salines tiene en su extremo sur pequeñas caletas incrustadas entre paredes de marés con formas geométricas y caprichosas. Las primeras fruto de la mano del hombre, porque fueron antigua cantera que alimentó las murallas de Ibiza. Las segundas por efecto de la erosión de los elementos, mar y viento básicamente. Después de ellas, un largo arenal alberga fondos transparentes y establecimientos de renombre en las redes sociales. Si continuamos avanzado llegamos al moderno muelle salinero, desde donde se sigue exportando la célebre sal de Ibiza hasta destinos tan remotos como las islas Feroe, donde es popular desde hace décadas. Una de las construcciones del complejo salinero, un enorme almacén a dos aguas, es actualmente una particular sala de exposiciones. Conocida como La Nave Salinas, el galerista Lio Malca instala cada año en su interior obras de artistas contemporáneos de primera línea como  KAWS, Marco Brambilla, Keith Haring, Bill Viola, Kenny Scharf, Rafa Macarrón o Eva Beresin.

Fundación La Nave Salinas

Ponemos proa hasta la siguiente cita, el Cap des Falcó, donde se inicia una larga playa de cantos rodados que delimita por el oeste la trama de estanques salineros y el aeropuerto de Ibiza. Muchos se entretienen parando la embarcación a pie de pista para dejarse sobrevolar por los aviones que despegan o aterrizan del aeródromo ibicenco. Al final de la playa se inicia un tramo de pequeños acantilados que albergan caletas de distintos tamaños. Una de ellas fue parte del primer asentamiento fenicio de la isla, Sa Caleta. Los vestigios se han museizado en parte y dan fe de la creciente importancia de la isla en el entramado comercial de la época. La calita está flanqueada por casetas varadero y es un punto muy utilizado por los residentes para botar embarcaciones de poca eslora.

Cap des Falcó

Al otro lado, la playa de Es Bol Nou, identificable por sus rojizas paredes areniscas. Sigamos navegando hasta llegar a la punta horadada que forma Punta Jondal, que precede a la cala del mismo nombre. Arena, rocas y cantos rodados forman su línea costera, desde el comienzo de la cala hasta la zona denominada Es Xarco. Varios establecimientos gastronómicos de moda se disponen a lo largo de esta franja de playa, por lo que es un lugar de fondeo habitual de pequeñas, grandes y enormes embarcaciones.

Es Bol Nou

El siguiente punto de avistamiento es la enorme bahía de Es Cubells, con altos acantilados que alternan calizas con resbaladizas y blanquecinas arcillas. En su vertiente sur, a estribor, se nos abre Porroig, otro lugar de fondeo habitual dado lo protegido de sus aguas. Una sucesión de casetas varadero se alternan con pequeños rincones donde darse un baño casi en la intimidad. Frente a Porroig, en la lejanía, nos espera Es Torrent, otra pequeña cala muy frecuentada por los amantes de la gastronomía. Si navegamos hasta ella y seguimos el curso de la costa contemplaremos la majestuosidad de las elevaciones de Es Cubells, con villas de alto standing asomándose sobre los acantilados. A pie de mar, pequeñas escolleras salpican el recorrido y alternan con encantadores rincones como Ses Boques o Cala Llentrisca, una de las calas más aisladas y más apreciadas.

Cala Vedella

Tras este punto la navegación se orienta al norte y comenzamos el itinerario de la costa oeste de la isla. Ya divisamos al cien por cien la impresionante figura de los islotes de Es Vedrà y es Vedranells. Objeto de telúricas imaginaciones, Es Vedrà siempre ha despertado la fantasía de propios y extraños. El desembarco no está permitido, para preservar los endemismos de las islas, pero navegar al pie de sus verticalistas paredes es toda una experiencia. Antes podemos hacer una parada en los bajíos de Sa Pedrera (algunos persisten en llamarlo Atlantis). Otra zona de extracción de arenisca que ha dejado escenarios geométricos de lo más peculiar y a la que se accede por tierra después de un trabajoso descenso, que se inicia en un sendero próximo a la torre des Savinar, construcción que preside las vistas a los islotes.

Reserva Natural de Es Vedrà, Es Vedranell i els Illots de Ponent

La playa de Cala d’Hort se abre más al norte y ofrece unas aguas tranquilas para nadar y una interesante oferta gastronómica con inmejorables vistas a Es Vedrà. Imprescindible compartir imagen en redes. Desde aquí, la sucesión de calas y rincones marineros es constante. Cala Vedella, más grande, y Cala Carbó y Cala Molí, más pequeñas, son paradas obligatorias para disfrutar de las auténticas calas ibicencas. También ideales para comer pescado fresco en alguno de sus establecimientos y para dejarse mecer por la suave brisa del mar. La costa de Sant Josep continúa ofreciendo tentadores rincones para deleitar la vista y regalarse chapuzones ocasionales.

Hacia el norte Cala Tarida es otra parada necesaria. La díptica playa cuenta con una completa oferta de ocio pero también cuenta con rincones pintorescos como Es Pujolets, una zona aparte dispuesta en su vertiente sur, formada por dos calas de arena y casetas varadero. Un lugar con un encanto sin igual que cada vez es más codiciado por los madrugadores. Saliendo a la mar de nuevo ya divisamos en el horizonte una miríada de islas e islotes. Forman parte de lo que se conoce como la Reserva Natural de los Islotes de Poniente. Los más próximos a la costa, y también los más grandes, son S’Espartar, Illa d’es Bosc y Conillera. Ellos forman el skyline marítimo que preside las espectaculares puestas de sol que se disfrutan en este lado de la isla. En la costa son varias las playas que cuentan con una posición privilegiada para el sunset. Sa Figuera Borda no es una de ellas, porque no es playa, sino caleta en su lado sur. Pero cuenta con el encanto de tener una cueva abierta por ambos extremos que da cobijo a casetas varadero y que ofrecen al visitante un escenario de lo más pintoresco para disfrutar de ese momento mágico. Platges de Comte y la pequeña cala Racó d’en Xic ofrecen arenas blancas y litorales de marés esculpidos por el viento. También es interesante la oferta gastronómica de la zona.

Cala Tarida

Desde allí y hasta la hermosa Cala Bassa, ya con orientación norte, los fondos son hipnóticamente transparentes, alternándose el blanco de la arena con el verde de las boscosas posidonias. A la altura de Cala Bassa estaremos entrando ya en la gran bahía de Portmany, que alberga calas muy populares y con una completísima oferta hostelera que caracteriza la zona de Cala de Bou. Hasta este punto el navegante habrá podido disfrutar de todo un abanico de paisajes y sensaciones, un auténtico regalo para los sentidos que habrán experimentado toda la magia del Medierráneo ibicenco. La tentación seguramente nos hará dar la vuelta y repetir el recorrido en sentido inverso. Sin Duda, una sabia decisión.    

Cala Bassa